El mito de la llorona aparece reiteradas veces en las tradiciones latinoamericanas. Este personaje, se asimila en ocasiones al de la viuda, de modo que con frecuencia es difícil diferenciar entre uno y otro. Según el lugar, la denominación, también cambiará. Algunas de las más conocidas son La María Pardo, La Turumuna y La Sayona.
En las tradiciones mexicanas, se dice que es un fantasma de una mujer que se suicidó luego de haber ahogado a sus hijos. Se dice que llora mientras busca a sus niños en el curso de los ríos, por eso, en su llanto, si se escucha atentamente, pueden distinguirse las palabras “¡Ay, mis hijos!”. Se la asocia también con la Malinche, la amante indígena favorita de Hernán Cortés, considerada traidora por pueblo aborígen. En este caso, el grito de “¡Ay, mis hijos!” sería el lamento de la Malinche que lamenta la suerte de los mexicanos, fruto de la raza mestiza que ella ayudó a crear.
En Colombia, la llorona aparece como una mujer vestida con una túnica raída y sucia, con rostro demacrado y ojos enrojecidos por el llanto. En sus brazos lleva un niño muerto y sale a asustar con su llanto las noches de luna llena entre quebradas y ríos. También puede aparecer en los pueblos. Se la acusa de haber matado a su hijo, como en la versión mexicana. Así pues, su llanto parece decir: “¡Aquí lo eché, aquí lo eché, ¿dónde lo encontraré?”.
En la versión argentina, la llorona se presenta como una mujer sin rostro -y a veces también sin pies- totalmente vestida de blanco, que gime por las noches. Su llanto anuncia desgracia y los perros se enloquecen a su paso. Puede traer enfermedad o muerte a los enfermos. También es fatal para quienes la crucen en su camino, puede matarlos o enfermerlos. La llorona retrocede al alzar la cruz de un cuchillo o un crucifijo de plata.
En Costa Rica, la llorona es una mujer que transita por las márgenes de los ríos. Su aspecto es miserable, y siempre está llorando y gimiendo.